Bienvenidos
al Batiscafo Sonoro. Una semana más os ofrecemos unos 25 minutos de
viaje gratuito.
La imaginación es el auténtico motor de nuestro batiscafo. La curiosidad y la ilusión son los que pilotan este pequeño habitáculo en el que Elena Valverde y Alvaro Cobarro os invitan a explorar los lugares más recónditos de vuestra mente.
Esta semana vamos a hacer lo imposible por traer el mar a los estudios de Imágono. Hoy nos disponemos a sumergirnos en ese gigante azul que muy pocas personas saben apreciar.
Cierra los ojos, cuenta hasta diez, porque nos vamos al mar.
Ya puedes oírlo. Sigues dormida, pero lo hueles; poco a poco nos vamos acercando.
El pelo se te va rizando. Sin darte cuenta esbozas una sonrisa.
Aparecen las primeras gaviotas, el aire se vuelve fresco y yo no puedo dejar de visualizar tu cara cuando por fin te reencuentres con ese azúl, con ese sonido, con esa sensación.
Sigues dormida y el mejor regalo que te puedo hacer es el mar. Estamos a punto de llegar.
Buenos días, ¿qué tal has dormido? Ya hemos llegado. Ven, vamos a pasear descalzos, vamos a notar como esos granitos de arena bailan entre los dedos de nuestros pies, vamos a dejar que cada ola nos acaricie suavemente. Es tu día, es tu mar.
El viento hace que el pelo ondee, te pone los pelos de punta, y el sol te dora la piel. No somos capaces de intercambiar ni una palabra, estás por fin delante, puedes sentirlo. Parece que lo he conseguido, eres feliz; por un momento nada te importa más que alargar todo lo posible ese paseo. No te preocupes, vamos a parar el tiempo mientras llegamos a ese faro.
Qué de historias, qué de olas han soportado las rocas de la escollera.
Cada gota que te salpica la cara es un regalo. Te aíslas, nos aíslas.
Nos sentamos con los pies colgando, dejando que se mojen. Es calma, tranquilidad, armonía... Es pureza, es naturaleza.
Huele a sal, sabes a sal.
El viento te cuenta historias, historias que solo comparte contigo y no eres capaz de explicar a nadie. Es tu faro, es tu mar. Me escuchas cuando hablo de lo importante que es para mí ese sitio, lo importante que quiero que sea para ti.
Sabes que desde ese momento, ese lugar no va a desaparecer de tu cabeza. Es lo que tiene el mar, que una vez que lo dejas entrar, ya nunca lo volverás a dejar salir.
¿Qué es eso? Es increíble, no hemos traído cámara de fotos. Al principio te entristeces, pero cuando te das cuenta que la mejor cámara es la memoria, no puedes dejar de observarlo todo, de absorber todo lo posible.
Me miras, te miras los pies, miras el agua... A ese cangrejo que se esconde en su agujero, a ese pez que nada tranquilo entre las algas... El agua transparente, esa gaviota que planea bailando con el viento...
Me vuelves a mirar. Yo estoy haciendo lo mismo contemplándote a ti. Porque reflejada en tu mirada encuentro la felicidad más pura que jamás haya podido observar.
Es de noche, te he llevado a cenar a ese chiringuito tan especial. Hemos comido pescado, muy fresco, acompañado de una ensalada riquísima. Volvemos a pasear. Esta vez te apoyas en mí y yo te abrazo.
Llegamos a una roca que descansa majestuosa en la arena. Es plana, lisa. Tiene la forma perfecta para poder tumbarnos.
No hay ninguna luz y el silencio sólo convive con el murmullo de las olas. Miramos al cielo. Hay millones de estrellas, todas con una historia. Te cuento las que conozco, el resto de historias las creamos entre los dos.
Sigues abrazada.
Ha sido un día largo. Se te van cerrando los ojos mientras yo sigo disfrutando de haberte podido llevar a visitar ese sitio tan especial que he querido regalarte.
Ha sido tu día, nada ni nadie te lo ha podido estropear. Volvamos al coche, duerme tranquila, que no es el último viaje. Despertarás en tu cama, yo estaré ahí para contarte cómo pude conseguir que el mar entrara en ti. Cómo de ahora en adelante, con cada abrazo que me regales, voy a poder escuchar esas historias que una vez te contó el viento.
Hasta la semana que viene.
La imaginación es el auténtico motor de nuestro batiscafo. La curiosidad y la ilusión son los que pilotan este pequeño habitáculo en el que Elena Valverde y Alvaro Cobarro os invitan a explorar los lugares más recónditos de vuestra mente.
Esta semana vamos a hacer lo imposible por traer el mar a los estudios de Imágono. Hoy nos disponemos a sumergirnos en ese gigante azul que muy pocas personas saben apreciar.
Cierra los ojos, cuenta hasta diez, porque nos vamos al mar.
Ya puedes oírlo. Sigues dormida, pero lo hueles; poco a poco nos vamos acercando.
El pelo se te va rizando. Sin darte cuenta esbozas una sonrisa.
Aparecen las primeras gaviotas, el aire se vuelve fresco y yo no puedo dejar de visualizar tu cara cuando por fin te reencuentres con ese azúl, con ese sonido, con esa sensación.
Sigues dormida y el mejor regalo que te puedo hacer es el mar. Estamos a punto de llegar.
Buenos días, ¿qué tal has dormido? Ya hemos llegado. Ven, vamos a pasear descalzos, vamos a notar como esos granitos de arena bailan entre los dedos de nuestros pies, vamos a dejar que cada ola nos acaricie suavemente. Es tu día, es tu mar.
El viento hace que el pelo ondee, te pone los pelos de punta, y el sol te dora la piel. No somos capaces de intercambiar ni una palabra, estás por fin delante, puedes sentirlo. Parece que lo he conseguido, eres feliz; por un momento nada te importa más que alargar todo lo posible ese paseo. No te preocupes, vamos a parar el tiempo mientras llegamos a ese faro.
Qué de historias, qué de olas han soportado las rocas de la escollera.
Cada gota que te salpica la cara es un regalo. Te aíslas, nos aíslas.
Nos sentamos con los pies colgando, dejando que se mojen. Es calma, tranquilidad, armonía... Es pureza, es naturaleza.
Huele a sal, sabes a sal.
El viento te cuenta historias, historias que solo comparte contigo y no eres capaz de explicar a nadie. Es tu faro, es tu mar. Me escuchas cuando hablo de lo importante que es para mí ese sitio, lo importante que quiero que sea para ti.
Sabes que desde ese momento, ese lugar no va a desaparecer de tu cabeza. Es lo que tiene el mar, que una vez que lo dejas entrar, ya nunca lo volverás a dejar salir.
¿Qué es eso? Es increíble, no hemos traído cámara de fotos. Al principio te entristeces, pero cuando te das cuenta que la mejor cámara es la memoria, no puedes dejar de observarlo todo, de absorber todo lo posible.
Me miras, te miras los pies, miras el agua... A ese cangrejo que se esconde en su agujero, a ese pez que nada tranquilo entre las algas... El agua transparente, esa gaviota que planea bailando con el viento...
Me vuelves a mirar. Yo estoy haciendo lo mismo contemplándote a ti. Porque reflejada en tu mirada encuentro la felicidad más pura que jamás haya podido observar.
Es de noche, te he llevado a cenar a ese chiringuito tan especial. Hemos comido pescado, muy fresco, acompañado de una ensalada riquísima. Volvemos a pasear. Esta vez te apoyas en mí y yo te abrazo.
Llegamos a una roca que descansa majestuosa en la arena. Es plana, lisa. Tiene la forma perfecta para poder tumbarnos.
No hay ninguna luz y el silencio sólo convive con el murmullo de las olas. Miramos al cielo. Hay millones de estrellas, todas con una historia. Te cuento las que conozco, el resto de historias las creamos entre los dos.
Sigues abrazada.
Ha sido un día largo. Se te van cerrando los ojos mientras yo sigo disfrutando de haberte podido llevar a visitar ese sitio tan especial que he querido regalarte.
Ha sido tu día, nada ni nadie te lo ha podido estropear. Volvamos al coche, duerme tranquila, que no es el último viaje. Despertarás en tu cama, yo estaré ahí para contarte cómo pude conseguir que el mar entrara en ti. Cómo de ahora en adelante, con cada abrazo que me regales, voy a poder escuchar esas historias que una vez te contó el viento.
Hasta la semana que viene.
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